lunes, 19 de agosto de 2013

Me gustan las novelas escritas por mujeres y que hablan de las mujeres, las historias contadas desde la perspectiva femenina son mis preferidas desde siempre, aún cuando existen por supuesto novelas que han dejado huella, historias conmovedoras románticas y bien contadas, donde el amor y en general los sentimientos están en primer orden.
Les hablare de dos escritores venezolanos o mejor dicho de dos novelas venezolanas ambas desarrolladas en la Venezuela de la primera mitad del siglo XX.
La primera es Casas Muertas, escrita por Miguel Otero Silva en 1955. A mi juicio sencilla narración, que aborda un fenómeno social común en un país que sumido en la pobreza, el retraso y el abandono irónicamente esta produciendo un chorro de petróleo y haciendo ricos  a unos pocos. Todo se desarrolla en el llano venezolano, en Ortiz, un pueblo polvoriento prácticamente arrasado por la malaria y la migración; en medio de la desesperanza que genera la miseria y la epidemia surge el amor de Efraín y Carmen Rosa, y se van tejiendo historias familiares y de amistad propias de nuestros pueblos. Otero Silva no sólo cuenta una novela noble que describe los males de la sociedad venezolana de los primeros años de bonanza petrolera, sino que además le canta a la esperanza. Leí Casas Muertas cuando tenia 12 años, y la volví a leer a los 20 y pico. Espero volverla a leer, porque huele a nostalgia.
La segunda es La Trepadora, escrita por Rómulo Gallegos en 1925. Una historia de amor en dos tiempos, también desarrollada en los llanos venezolanos y al final en la Caracas de los techos rojos. El costumbrismo, y los prejuicios de clase dominan el contexto que el político y escritor venezolano describe detalladamente; la leí por primera vez en mi adolescencia, la recuerdo especialmente porque me permitió alimentar la idealización del amor, recrear a la Venezuela agrícola y rural a través de personajes dulces y valientes será muy sencillo a través de La Trepadora.
Ambos libros huelen a nuestra tierra corazón adentro.

domingo, 18 de agosto de 2013

Empezar a leer

Siempre que tomo un libro, pienso, cuántos me faltan, cuántos son los libros que debo leer antes de morir, cuales son los más importantes, los imprescindibles, lo mejores, los que mejoraran mi vida o mi visión del mundo. Estoy segura que muchos y muchas se hacen estas preguntas, es posible que sea más común de lo que ud o  yo imaginamos. Resulta que pasa así como con muchas de las cosas a la que nos dedicamos los seres humanos sea por obligación, por costumbre o por placer, siempre hay una interrogante, una duda, hasta para las cosas más sencillas.
No se trata este espacio de contestar estas preguntas que seguramente nos seguiremos haciendo, se trata de un espacio para compartir los libros que se han dejado leer por cada uno de nosotros, los que nos han acompañado, entretenido o enseñado, los que calman soledades o roban compañías.
Los libros tienen sabores y colores, muchos son como el amor, mágicos, profundos, sorpresivos, enigmáticos y placenteros.
No importa el género, su extensión o carácter los libros pueden oler a verdad o fantasía, a historia o novelas, los libros están allí. Como dice Gustavo Pereira en el prologo de la Librería Mediática, el libro: Un buen libro siempre esta allí, silencioso y humilde en su anaquel aguardando con indulgente calma la mano que lo abra y la mirada que lo escrute para entregarlo todo. Pero es necesario que la gente sepa de su existencia.
y es precisamente de eso que va este cuento de conocerlos, escrutarlos, explorarlos, descubrirlos hasta la última palabra. No existen todos los libros del mundo, no hay muy malos ni muy buenos, porque como todo lo hecho por el ser humano no son perfectos, y no todos saben a lo mismo, ni huelen a lo mismo. Están ahí esperando las manos y los ojos de quien quiera conectarse con ellos.
Estoy segura que por allí hay uno esperándote, míralo. tómalo, ábrelo comienza un viaje maravilloso.